lunedì 22 agosto 2011

Filosofía y Superstición

Filosofía y Superstición


Nietzsche nunca hubiese visitado Puerto Rico. Sufría de terribles jaquecas. Por recomendaciones médicas debía evitar la luz intensa y los climas extremos, ya sean fríos o calientes. Entre nosotros, ya se sabe, todo es intenso y extremo. Pasaba los veranos en los Alpes suizos, el invierno en la Riviera francesa y, entre abril y mayo, en la ciudad de Turín. De hecho, fue Turín la última morada del Nietzsche lúcido; después pasaría una década sumido en el silencio, enfermo y perdido. Fue también en esta ciudad, surcada mágicamente por el río Po, donde aconteció aquel célebre episodio del abrazo de Nietzsche a un caballo azotado a latigazos por un cochero. Todavía nos conmueve -en la barbarie vigente contra los animales- la imagen del célebre filósofo pidiendo disculpas al rebelde rocín por tanta bestialidad humana.

Escribo desde Turín. Llevo conmigo varios libros, entre ellos, “Nietzsche in Turin: an intimate biography”, de Lesley Chamberlain, y otro, del mismo Nietzsche, “Escritos desde Turín. Cartas y notas de locura”. Cada ciudad reclama un mapa intelectual propicio. Lo más relevante no lo he dicho aún: espero a Gianni Vattimo, filósofo turinés, inaugurador del pensamiento débil y uno de los más creativos intérpretes de Nietzsche y de Heidegger. Vattimo me ha invitado al Café Fiorio. Via Po, número 8, para más señas. El elegante filósofo, con abrigo y sombrero, llega también acompañado de su impecable cortesía y refinado sentido del humor. Vive frente al establecimiento, pero es otro el motivo de su elección: “este es el antiguo Café frecuentado por Nietzsche”. Pide un jugo de naranja con una gota de limón. Ordeno, por supuesto, un café. Anotada la selección, aclara: “en mi tierra invito yo”.

Gianni Vattimo es hombre de ritos, él los llama supersticiones. Todas las noches reza Completas utilizando el breviario latino: “Sé que nadie escucha, pero me reconforta, me da placer, así como me da más placer leer los Evangelios que el Kamasutra”. Todos los domingos va al cementerio a conectarse con sus compañeros Gianpiero y Sergio. “No sé qué pensar del más allá, pero necesito establecer una relación con mis muertos. De todos modos, la representación del más allá tiene siempre algo de idolatría. Lo ha dicho Pablo. Creo con Aristóteles que existen breves momentos de intensidad en los cuales se participa de la vida divina. Temo al cómo del tránsito no a la muerte misma”. Su mirada me recuerda que hoy es domingo.

A sus 75 años, el filósofo postmoderno afirma sin autocompasión: “vivo solo, con una empleada doméstica y un gato”. Seguramente un gato emparentado al descrito por Miguel de Unamuno: “Mi gato nunca se ríe o se lamenta, siempre está razonando”.

A diferencia de tantos postmodernos enrevesados, Vattimo piensa como filósofo, pero habla y escribe como periodista. “Si queremos que la filosofía juegue un rol, incluso político, en la cultura hodierna, lo mínimo es ser claro. Hay un complejo entre los académicos de que lo profundo y difícil debe ser incomprensible”. El también eurodiputado deja fluir su espíritu travieso: “leo de buena fe a colegas como Giorgio Agamben, Massimo Cacciari, Antonio Negri, pero me pregunto constantemente, qué es lo que dicen”. Muchos arquitectos y diseñadores se inspiran en sus ideas, pero él tampoco teme relativizarlos: “en muchos de esos muebles de corte postmoderno no me puedo sentar. Prefiero, entonces, el mobiliario del ochocientos”.

Vattimo es siempre impredecible tanto en sus respuestas como en sus posturas. Últimamente ha llamado la atención por su retorno al cristianismo de la mano poco mistagógica de Nietzsche, y de otro converso, René Girard. El mismo se refiere a esta etapa de su historia como “la más escandalosa”. Parte de la célebre frase de Nietzsche: “Dios ha muerto” y asevera que, lejos de lo que comúnmente se cree, no es una profesión de ateísmo. La frase nietzschena concluye: “y queremos que vivan muchos dioses”. Frente a la violencia de un fundamento único, deja abierto el camino del pluralismo, lo que le permite a Vattimo reencontrarse con un cristianismo no centrado en el poder, sino en el debilitamiento, en la caridad.

La tendencia postmoderna contrasta con otra que experimenté en un debate reciente entre escritores. Jorge Volpi dogmatizaba como en los viejos tiempos del iluminismo: “Todas las religiones son perniciosas. Deben desaparecer”. Es justo el tono ideológico que ha buscado deconstruir el pensamiento débil de Vattimo: “Sólo una filosofía absolutista puede sentirse autorizada para negar la experiencia religiosa”.

Se ha hecho tarde. Gianni Vattimo me explica cómo llegar al antiguo refugio de Nietzsche. Es domingo. Se despide supersticiosamente.

Nessun commento: